lunes, 24 de febrero de 2014

Exploradores

La felicidad hoy ha tenido este nombre.
Adentrarse en el Valle Exploradores es entrar en el paraíso. Es la continuación de los maravillosos paisajes que ya vi de O'Higgins a Cochrane, con rios, cascadas, bosques, montañas, glaciares y un lago verde esmeralda.
El destino, el glaciar Exploradores.
La caminata comienza por un lugar boscoso que recuerda vagamente a selva tropical, hasta subir a un mirador donde el paisaje cambia de pronto. A nuestra espalda, el verde lago Bayo y, a nuestro frente, el glaciar, con toda la morrena delante y un testigo de excepción, el monte San Valentín, que con sus 4058 m (dependiendo de la altura de la capa de nieve) es la mayor elevación de toda Patagonia.
Atravesamos la morrena y nos colocamos los crampones (el guía, Camilo, me felicita por lo bien que me los pongo y luego por cómo camino con ellos; la mayoría de visitantes se ponen por primera vez crampones aquí). El tiempo es estupendo, sol, pocas nubes y sin viento, hace muy buena temperatura. El paseo por el glaciar es muy hermoso, disfrutando con todas las formaciones, con los colores, tomando fotografías.
Vine buscando glaciares y me marcharé con muchos puntos de vista de ellos. Los vi navegando por mar, navegando por lagos, desde lagunas, muy cerca desde tierra, desde el aire en avioneta y, ahora, caminando por encima. En forma de ríos, de cascadas, o colgando, pequeños o en grandes masas. Afilados o suaves. Y con todos esos blancos y azules.
No dejan de asombrarme.
Y me tengo que documentar bien, pues Camilo me dio otra explicación distinta de ventisquero. Dice que son glaciares que se formaron a causa de una compactación rápida de la nieve por el frío y la ventisca.
Sean lo que sean, son extraordinarios.
Y se derriten rápido. Exploradores en un año ha perdido 9 m de altura y retrocede unos 8 cm por día. Toda la gente que los conoce cuenta hasta dónde llegaban no mucho tiempo atrás. Y duele el alma al pensar que algún día no estarán.
Hoy me siento una privilegiada por poder verlos, sorprenderme, y entusiasmarme, por poder sentirlos y amarlos.

Cascada en el valle Exploradores

Por todo el valle, las montañas tienen ventisqueros

Lago muy cerca del glaciar

Primera visión del glaciar Exploradores

Camilo, el guía


























Monte San Valentín



Tan clara el agua que se ve el hielo de abajo y el reflejo del exterior

Todo el grupo que caminamos por el glaciar

Despejó por la tarde y disfrutamos de las vistas del monte San Valentín

sábado, 22 de febrero de 2014

Caleta Tortel

Caleta Tortel es un pueblo singular, único, por un par de razones.
La primera es su enclave. Se encuentra entre los dos Campos de Hielo de la Patagonia, en el delta de la desembocadura del río Baker, en uno de los canales de la costa chilena que salen al Pacífico. Sus aguas son del verde blanquecino que indican su proximidad a los glaciares, pero sólo en la superficie; por debajo su agua es salada. Su composición cambia cada ciertos metros y los científicos encuentran ejemplares animales aún sin catalogar.
La segunda es su estructura.  No tiene calles, sino pasarelas de madera de ciprés que conectan las viviendas; o no conectan nada, como ocurre con las más altas, vías de evacuación en caso de tsunami. Sus plazas son preciosas estructuras de madera cubiertas y ubicadas sobre las aguas, la única posibilidad de encontrar un lugar amplio plano, ya que el resto del pueblo está en la montaña.
Por su enclave, se podría pensar que Caleta Tortel vive de la pesca, pero lo cierto es que vive de la madera de ciprés. Así se explica que todo sea de este noble material.
Una lugareña me explicaba cómo está afectando el calentamiento global. Ya no hace tanto frío como antes, no todas las montañas aguantan el verano con nieve, ya no hay tantas cascadas y arroyos, los glaciares han retrocedido mucho. ¡Qué pena más grande!








Una de las plazas del pueblo