martes, 21 de enero de 2014

¿A tiempo?

¡Qué ingenua fui!  al creer que el bus cumpliría su horario, sin recordar que estoy en Sudamérica, y eso de llegar a tiempo se lleva muy mal. Y yo, eso de no llegar a tiempo, es lo que llevo fatal.
¡Qué ingenua fui! al creer que el ferry no cumpliría su horario.
Los datos. Hora en que debía llegar el bus: las 9 de la mañana. Hora a la que llegó: las 11:30. Hora a la que debía presentarme en la oficina de Navimag: las 9. Hora a la que llegué: las 11:30 (avisé de mi retraso por el bus). A esa hora, ya se me habían saltado las lágrimas no sé cuántas veces. A las 11:30 me dicen que no puedo subir, que ya no suben pasajeros y que sueltan amarras.
Yo me derrumbo del todo, pues planifiqué todo el viaje según la fecha del ferry y tenía mucha ilusión por el trayecto en sí. Estoy en blanco. No sé por dónde empezar. Sí, por llegar al próximo destino en la fecha prevista. Me acerco a una de las empleadas a preguntarle por la manera de llegar a Puerto Natales. Son las 12:10 y entra el jefe de la empresa y me dice que me lleva hasta el barco. Me cambia la cara, pero vuelven las lágrimas a mi ojos al expresar mi gratitud a este hombre.
Llego al camarote a las 12:15. El barco comienza a navegar a las 12:30.
Por la tarde me relajo, mirando las maravillosas montañas de nieves eternas que arrancan del mismo mar. Y disfruto de la charla con la gente. Y, al fin, me río.
Es curioso, hay algunos españoles en el barco, pero este primer día, hago migas con un canadiense que va con su amiga en moto, que está haciendo ida y vuelta a Ushuaia desde su casa en Calgary (Canadá); también con una encantadora pareja de suizos que serán padres en mayo; pero sobre todo, con una chica alemana de Freiburg, médico anestesista, que habla muy bien español.
Después de todo, puedo decir que hoy ha sido un día de suerte.













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