martes, 4 de marzo de 2014

Carretera austral

La carretera austral dicen que es una de las más bonitas del mundo. No he visto tantas como para poder comparar, pero sí puedo decir que es una muestra continua de paisajes de una belleza extraordinaria. Recorre el norte de la Patagonia chilena.
Pero es una carretera difícil. Sólo tiene asfalto en pequeños tramos. El resto, es ripio, que a veces forma calamina. Carretera de montaña, que levanta tierra al paso de vehículos.
Carretera mítica para ciclistas, que con esfuerzo la recorren de sur a norte, o de norte a sur, recubiertos por el polvo del camino, y disfrutando de las vistas.
Montañas, ventisqueros, arroyos, cascadas, bosques, ríos, valles, lagos, fiordos.
En algunos tramos se corta y una barcaza cruza a los pasajeros y vehículos por fiordos.
Para los que no llevamos vehículo, aún es más difícil. Los transportes son escasos o inexistentes, nunca se sabe qué día se llegará a un destino determinado. En Patagonia no hay que llevar prisas.
Y hay algo que hay que hacer sí o sí. En algún momento del camino hay que hacer dedo. Y a mí ya me iba tocando...
Fue en Queulat, para poder recorrer el sendero del bosque encantado. Se encontraba a 32 km y no había otra forma de llegar. Me había levantado temprano para hacer la ruta del ventisquero colgante y ver si me daba tiempo a caminar la otra ruta. El caso es que a las 12:20 ya estaba en la carretera. Pero no había suerte, cosa rara. Otra pareja que viajaba a dedo decía que nunca habían esperado tanto, que siempre los recogían enseguida. Yo me daba hasta las 14.30, pues había que ir, caminar y volver. Si a la vuelta no me traía nadie, sabía que un bus pasaría por allí sobre las 18h. Así que me daba como límite para que alguien me llevara hasta las 14:30. Si no, recogería mis cosas e intentaría adelantar camino. A las 14:15 paró una furgoneta grande que nos llevó en la parte de atrás. ¡Bien! Porque la caminata fue preciosa. Y a la salida, coincidí con una pareja que me podía llevar. Estupendo.
Al día siguiente, recogí mis cosas. Sabía que pasaría un bus (no se sabe a qué hora) con mi siguiente destino. Pero para adelantar, como estuve lista pronto, hice dedo. No pasaron ni cinco minutos, paró un hombre con una camioneta que me podía llevar hasta más de la mitad de camino. Su mujer iba atrás en otro coche. Me explicó que venía de Coyhaique, que acababa de comprar la camioneta, y que para equilibrar, le venía bien llevar carga. Así que recogía a los que hacían dedo. Más adelante, se subieron más viajeros y yo me fui con su mujer en el jeep. Estuvimos conversando, mirando el paisaje y hasta me convidó a chicle y chocolatina.
Me dejaron en Villa Santa Lucía, y todavía me quedaba hasta Chaitén, largo viaje. Y seguí haciendo dedo.
A los diez minutos me paró un hombre que también iba a Chaitén, y después a Puerto Montt, lo que significaba que llevábamos el mismo rumbo, sólo que yo me quedaría antes. En Chaitén se compran los pasajes de varias barcazas que hay que tomar, puesto que la carretera pasa por fiordos en los que no hay camino. Cuando llegamos ese día la naviera estaba cerrada, al día siguiente era domingo. Ojalá abrieran.
Al día siguiente fuimos pronto a comprar los pasajes. Esperamos un rato y abrieron, había más gente en nuestra situación. Tuvimos suerte, había pasajes. Y yo tuve más suerte aún de ir con Mauro, ya que el recorrido de una barcaza a otra la podía hacer en su coche. Si llego a ir sola, o habría tenido que hacer dedo otra vez, o habría tenido que esperar a otro día, ya que el autobús iba lleno.
De Chaitén a Caleta Gonzalo (donde se toma la primera embarcación) hay hora y media de camino. Un camión vino de frente, por el contraluz no se veía nada, nos desviamos a la cuneta, pedregosa, encharcada, embarrada, y allí nos quedamos. Justo atrás venía una furgoneta grande con un remolque. Echamos una cuerda y nos sacó de allí. ¡Qué alivio!
Tomamos la primera barcaza, fui de nuevo hablando con el capitán (he charlado con casi todos los capitanes de los barcos en los que he viajado). Luego carretera y después otra barcaza, cuya navegación era larga. Como la marea estaba baja, hubo problemas con el desembarco de camiones, después el embarque de todos los vehículos. Salimos con hora y media de retraso. A mitad de navegación, las hélices se enredaron con unas grandes cuerdas de unas redes. Paramos, bajó un bote, cortó las cuerdas. Otra hora de retraso.
Llegamos a Río Negro, Hornopirén ya de noche. Yo me quedaba allí, pero el resto de pasajeros continuaba camino. Un día muy largo. El camping donde quería quedarme estaba lejos, y nada iluminado. Yo llevaba bastante equipaje y Mauro me llevó hasta allá.
¡Qué suerte he tenido con toda la gente que me he encontrado por la carretera austral!

Carretera, haciendo dedo


En la furgoneta que me llevó al sendero del bosque encantado


Primera barcaza, sale desde Caleta Gonzalo


Desde el puente de mando

Para poder ver algo cuando llueve mucho

Segunda barcaza


El barco se lió con cuerdas y redes




3 comentarios:

  1. Que malo te tocó el viaje en barcaza.
    Pasaste frente al lodge de mi amiga, podrías haber pasado por una noche....visitar el glacear, seguramente no tenías tiempo, pero que pena.
    Bss

    ResponderEliminar
  2. Lo sé y lo pensé cuando pasé por el Lago Yelcho, pero no tenía pasajes para las barcazas y no quería tener problemas... Si pierdo el avión de vuelta, a mi madre le da algo, jajaja. Quería ir subiendo cuanto antes para ir tranquila.
    Sé que me he dejado muchas cosas bellísimas por el camino, así tengo excusa para volver.
    Kako, me encanta tu país. Besos.

    ResponderEliminar
  3. Que alegría que te vayas con lindos recuerddos, me encantaa saber que te ha gustado mucho.
    Te sigo con tanto gusto!!

    ResponderEliminar